Cartas a mi abuela Isabel por ANAÍS
Bordado de Isabel López Hernández. Herencia y Arte-objeto del vínculo entre abuela y nieta.
“Holaaa, espero que estes muy bien, te mando las fotos que tomé de los hilos y bordados inconclusos de mi abuela. Me parece muy curioso como dejó ahí la aguja, no la he querido mover, me imagino las manos de mi abuela ensartándola en la tela con prisa para ponerse a hacer otras cosas. Nunca la dejaban bordar tranquila.
En fin , te mando un abrazo gigante.”
Anaís, enero, 2025
Ciudad de México a 18 de Noviembre del 2024
Para Isabel:
“A veces, cuando me descuido, creo que la herida es también el lugar donde la piel se reencuentra a sí mismo, donde los dos bordes se preguntan: ¿Dónde has estado?”
(Vuong, 2020)
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Abuela te quiero contar todas las experiencias previas que me incitaron a escribirte está carta. Desde que te fuiste de este mundo, quería escribirte, pero no tenía facultades físicas ni emocionales para sentarme a hacerlo.
Comenzó con el seminario de Caber en el deseo. Un curso a propósito de la obra de Ana Gallardo es una artista argentina que conocí por una pieza dónde construye una casa sobre un tricíclico, ella no tenía una vivienda y ya era madre. Cuando la vi las fotos y supe la historia me partí en llanto abuela. Recordé el día en que me fui de casa de mi madre, un martes en la noche estaba lloviendo y tenía $200 pesos en la cuenta del banco.
Una amiga me dio casa en Xochimilco, ese día mi papá sólo me preguntó a dónde te llevo y me preguntó si estaba segura. Qué clase de pregunta es esa, claro que no estaba segura, estaba cagada de miedo, pero tenía certeza de que debía poner a salvo la poca libertad que me quedaba.
Lloré muchos días después de irme de casa de mi mamá, porque no nos hablamos en meses, me llenaba de rabia que las rentas estuvieran tan caras y no pudiera mantenerme económicamente, además tenía miedo de que tú nunca me volvieras a hablar por tomar esa decisión. Tú siempre supiste como era mi mamá, se enojaba e irritaba por todo. Sabías que me daba mucho miedo. Estos recuerdos me atacaron cuando vi esa pieza de Ana, y lloré con ella cuando la conocí en el MUAC.
Después del seminario pasaba a verte en la bicicleta, vivías en Santo Domingo, ya te habían dado de alta del hospital y eso te brindó mucha calma porque ya no querías volver a ese lugar. Estabas cansada y harta de que la comida no tuviera sal y de ver a gente muriéndose a tu alrededor. Ese día te fui a ver y estábamos en tu cuarto hablando de mi viaje a Veracruz, ese día te puse tu sábana azul cielo porque querías estar fresca y te hice aire con un abanico. Estuve acostada contigo un rato. En algún momento me dijiste que habías perdido unos aretes de crochet que te tejí el año pasado. Quién pensaría que sería la última vez que te vería y te podría tejer algo.
Disfruté mucho el tiempo que viví a tu lado antes de que llegará la enfermedad. Acompañarte en esa enfermedad, me hizo repensar el cuidado y cómo acompañar a quiénes fueron tus cuidadoras principales entre ellas mi mamá. Fue un tema que abordamos en varias sesiones en el seminario, me dio más herramientas para comprender lo que implica el cuidado y el maternar.
Sólo una noche me pude quedar a cuidarte en el hospital afuera del metro Miguel Ángel de Quevedo, lo escribo forzándome a no sentirme culpable por no ser haber sido capaz de cuidarte más días. Esa noche te di de comer, platicamos y te llevé al baño. Veía tu cara de tristeza, no sé si porque te daba pena que te limpiará los genitales o porque tenías problemas digestivos graves, o por verte así. Pese a todo, me dijiste que te daba gusto que te cuidará esa noche, acosté mi cabeza en tus piernas con lágrimas en los ojos y me acariciaste el cabello.
Te enfermaste por no ir al baño y aguantarte la mayor parte del tiempo.
Los duelos son bien extraños, me pregunto porque no fui más tiempo, qué me detenía. Pensé en que una siempre estoy buscando como generar dinero de lo que estudie, dos no quería aceptar que estuvieras enferma y no sabía cómo acercarme, tres tenías a todas mis tías encima de ti cuidándote y regañándote .Cuatro siempre me ha costado mucho ser parte de la familia, y más ahora que sé nombrar su violencia tras años de terapia, cada que iba a tu casa sentía que todas esas herramientas se caían y me sentía indefensa de nuevo.
No fui a verte unos cuatro meses a tu casa, porque mi abuelo estaba enojado conmigo por haberme ido de la casa de mi mamá. “Mi mamá me lo daba todo y yo le paga de esa manera, después de que sacrificó tanto por mí” Decía mi abuelo. No sé en qué momento de la vida mi abuelo se hizo más insoportable, decía cada comentario fuera de lugar. En fin.
Después del caos y de meses lejos de la familia bajaba a verte en la bicicleta, nos sentábamos tejer y tú a bordar. Al llegar me decías que subiera contigo a la azotea a ver cómo iban floreciendo tus plantas, tu cara de felicidad cada que hablabas de ellas era algo que me llenaba de sosiego.
Has sido y eres cálida conmigo, no hay día en que no lo seas, en mis sueños me cuidas, y me ayudas a construir mi casa. Cuando se murieron tus hijas abuela, recuerdo que te vi con una tristeza inmensa cuando yo tenía unos doce años, me dijiste que mis tías venían a verte en forma de mariposas. Tú vienes así a verme y siempre de color café.
Bordado de Isabel López Hernández, herencia a su nieta Anaís.
Saber que puedo imaginar tu piel, tu voz, tus manos agarrando las mías, me hace sentir que te puedo tener cerca en mi día a día. El día en que falleciste fue el 31 de mayo del 2024, lo recuerdo porque fue el cumpleaños de mi hermana, íbamos a festejar juntas y que te habían dado de alta del hospital. Mi hermana te puso un pedazo de pastel en tu ataúd con lágrimas en los ojos.
Abuela perdón, pero los tiempos los recuerdos desfasados, desde que me diagnosticaron trastorno límite de personalidad entendí que vivo diferente el tiempo, entre otras cosas.
Esos días estuve muy desorientada y me desmayé.
Veía que la gente se pasaba a despedirse de ti en el féretro, me quede ahí contigo viéndote y dormitando, te lo debía. En algún momento me dijiste que te daba miedo que te quedarás ahí sola. Esa noche me quedé contigo pensando que al menos está ocasión te estaba acompañando en tu caminar al otro lado del mundo.
No sé, ni tengo certeza de este duelo y de lo que significa tu ausencia física en mi vida abuela. Ni me cabe en la cabeza que ya no estés, cuando voy a tu casa los jueves, esperó que salgas de algún tipo de escondite a decirme que todo era mentira.
Tu nombre completo es Isabel López Hernández naciste en Actopan Hidalgo en 1942. Lo digo en presente porque para mí tú estás viva.
Tu mamá se llamaba Berta , la conocí a ella y a su casa cuando era niña cuando tenía unos años, la casa era fría de una sola planta, había dos cuartos pequeños medio aplanados y grises, que daban a un pequeño pasillo que abría camino a la cocina y los baños. Tuviste cuatro hermanos dos mujeres y dos hombres, me contaste que eran pobres y que de niña vendías en el centro de Actopan. En esos años, era común casar a las niñas con hombres que les triplicarán su edad, aún no sé nombraría eso como es: pedofilia. Abuela, con pesar y dolor en el pecho, tú no fuiste la excepción. Tú mamá te quería casar a los catorce años con un carnicero veinticinco años mayor que tú. Esa idea te horrorizó y te fuiste del lugar dónde naciste.
Llegaste a esa misma edad a la Ciudad de México, con esperanzas de tener una vida mejor y feliz. Te dieron trabajo en la cocina de una compañía de ballet ubicada cerca del centro de Coyoacán, era gente de clase media alta, hacías los menús para las bailarinas y la comida para los dueños de esa compañía que eran vegetarianos.
Tenía quince o dieciséis años cuando me contaste esto, en ese momento me parecía muy triste y no sabía porqué. Tal vez porque la forma en la que me lo contaba era la nostalgia que se había quedado dispersa por el tiempo y sus ganas de estudiar alguna profesión.
Pero este trabajo la absorbía mucho y estaba embarazada.
Dejaste el trabajo de cocinera para dedicarte a tu familia y a tu marido. ¿Veías algún otro lugar para ti qué no fuera ese , abuela? Te encantaba leer.
Me he preguntado que tanto yo sume para que envejecieras más rápido, siento que te quité años de felicidad abuela. Me pregunto si en algún proceso de tu vida te acompañé, realmente, y no fui un sujeto que sentías con la responsabilidad de cuidar.
Recuerdo tu cariño cuando llegué a vivir contigo, me cuidaste casi no hablaba. No sé en qué periodo acordaste con mi mamá que me cuidarías. La primaria como la odiaba y levantarme temprano, te hacía berrinche no me gustaba sentir frío en mi piel cuando recién despertaba. Pero tenía que ponerme el uniforme, odiaba la falda, yo quería ir de pants todos los días,pero los lunes como había ceremonia tenía que ir con falda. ¿qué tontería no?
Me dabas de desayunar licuado de guayaba con un bolillo, huevo o café. Desde ahí me empezó a gustar el café, pero hacías trampa, pintabas solo la leche, porque sabías que los niños no podían tomar café. Que chistoso, ahora que lo escribo me da risa, porque ahora soy amante del café. Siempre que quiero volver a ti me tomo un nescafé, le pongo una cucharada de café y dos de azúcar como tú lo preparabas.
De lunes a viernes por cuatro años, que son los que me traza mi memoria, las tardes caminábamos juntas toda la Calle de Copal hasta llegar a eje 10 porque ahí iba a clases de inglés. Platicábamos, de qué, no me acuerdo pero nos recuerdo felices y tú también, porque días antes de morir me pedías volver el tiempo a esos días. Quisiera poderte haber dado ese tiempo, en una cápsula. Que te pudieras tomar una cada que te sentías mal.
Cuando comencé a ir a psiquiatría en C.U., te conté que tenía depresión y ansiedad, me dijiste: “ay hija, ojalá hubiera poder hacerte olvidar todo lo que viste.”
Ambas deseamos cosas que no pudimos darnos.
Antes de que murieras un día antes te soñé, es curioso que antes de que una persona muera se meta en tus sueños para tener contacto contigo. Me parece algo mágico. Me dijiste que estarías bien.
La última canción que escuché antes de que me llamarán en la mañana para decirme que habías fallecido fue la de Unicornio de Silvio Rodríguez.
Ocean le escribió esto a su mamá:
“Dicen que una canción puede ser un puente, mamá. Pero yo digo que es también el suelo que pisamos. Y que puede que cantemos para tenernos en pie y no caernos.”
Te extraño tanto.
Con los libros que vimos en este seminario me di cuenta de que la mayoría de los autores parten de sus vidas personales y cómo restaurar el perfil de alguien que amas y ya no está. Primero fue la obra de Ana Gallardo y la reconstrucción de su madre, me parece muy bello como desde el arte se puede pensar y materializar. Después con Ocean Vuong sentí que él lo iba descubriendo mientras le escribía a su madre.
¿Desde dónde se restaura un perfil ¿Qué posibilidades hay? ¿Cómo hacerlo sin apropiarse de ello?
Cristina Rivera Garza busca algo similar al contar la historia de su hermana Liliana, reúne sus diarios, platica con sus amigos y con los conocidos de su colonia.
Estas convergencias que leí , me ayudaron a poder sentarme a escribirte está carta abuela.
Necesitaba escribirte que la vida me ha parecido deslumbrante, veo mis plantas, veo mi libertad arriba de mi bici , la vida me ha parecido tan buena abuela. Cada vez me siento más cerca de mí, ya dejé de preocuparme del dinero, del tonto amor romántico, de si tengo casa o no, de la renta y lo desorbitante que es vivir detrás de él para cubrir las necesidades básicas, la tesina ahí va, llegué a la conclusión en que he hecho todo a la justa medida de mis posibilidades.
¿Será algún tipo de resignación que una tiene que atravesar para que llegue la tranquilidad?
Tampoco sé cuánto vaya a durar esta felicidad y la paz que tengo, pero no quiero que se vaya abuela.
Te quiero.
No me voy a despedir porque ya sé cómo será nuestra nueva forma de comunicarnos.
Te mando muchos abrazos. Atte: Tu hija Ana
conoce a La Autora:
Ana Isabel Hernández Vázquez (Anaís)
Anaís Hernández Vazquez.
contar tu historia marca la diferencia.
Nace en el estado de México el 20 de julio de 1999.
En el 2017 entra a estudiar Artes Visuales en la Facultad de Artes y Diseño en la UNAM.
Enfocada en la xilografía como herramienta para el activismo social y feminista en México. Por tanto desarrolla su proyecto M.U.G.R.A (Mujeres en la gráfica actual) que buscaba exponer la presencia de las mujeres grabadoras en la Ciudad de México.
Ha participado en varias exposiciones entre ellas; “14 x 19” en la Galería Shinzaburo Takeda en Oaxaca, “La seducción de la imagen” en el Conjunto Cultural Tepalcatlalpan y “Ecos de cal y tierra” en la Galería Luis Nishisawa. En el 2021 participa en “El Gran Salón Contemporáneo”, Galería del Anexo de la Trampa Gráfica y en “Raíces curativas”, Círculo Gráfico de Mujeres Printeras, en la Ciudad de México. Expone de forma colectiva la carpeta de “Sororidad” en la Galería del Anexo de la Trampa Gráfica Contemporánea. En 2023 expone en la Medunarodni Trijenale Grafike Livno.
Formó parte de la quinta generación del taller de “Grabado menos tóxico”, impartido por Demián Flores y Ernesto Alva en el Centro de las Artes de San Agustín, Etla, Oaxaca. Fue seleccionada en el programa de formación de intercambio en La Trampa Gráfica.