0.INTRODUCCIÓN

Es domingo por la noche en la Ciudad de México. He pasado nueve horas limpiando la casa y, a pesar de mi dedicación, el espacio aún no refleja la perfección que aspiro. Mientras escribo este ensayo, me pregunto: ¿por qué la limpieza ocupa tanto espacio en mi vida emocional y mental?  

Este ensayo explora cómo la limpieza del hogar se ha convertido en una manifestación de las imposiciones patriarcales y la carga mental que enfrentamos las mujeres, en particular las madres solteras, en una sociedad capitalista mexicana en 2024.  



Desde mi experiencia como fotógrafa y periodista freelance que ha postergado su carrera full-time por cuatro años, reflexionaré sobre cómo estas dinámicas han afectado mi vida profesional, emocional y familiar. Como madre independiente, comparto la custodia de mi hijo cada quince días con su padre. Esta realidad me ha llevado a cuestionar cómo las expectativas sociales en torno al hogar y la maternidad perpetúan patrones de desigualdad y sacrificio femenino.  


¿Por qué declaro que el patriarcado está detrás de la trampa de la casa limpia?

El patriarcado ha perpetuado la idea de la limpieza y la "madre perfecta" como una forma de control y división del trabajo, alineándose con roles de género que históricamente han confinado a las mujeres a la esfera doméstica. 


1. El hogar limpio = buena madre. 

  

Mi obsesión diaria por la limpieza tiene raíces profundas en mi crianza. Crecí en los años 80 con una madre que dejó su carrera como dentista para cuidar a cinco hijos en un hogar donde el único ingreso provenía de un padre militar ausente la mayor parte del tiempo.  


A sus 70 años, mi madre aún no sabe disfrutar su tiempo libre. Está atrapada en la creencia de que su valor reside en el trabajo doméstico, evita tardar mucho en sus mandados para regresar a hacer la comida, en su hogar es la única con la carga metnal de hacer listas, alimentar a las mascotas, llenar filtros de agua, limpiar la banqueta, etc…. Me entristece reconocer que el patriarcado está tan presente en ella como en mí misma. A menudo replico estas dinámicas con mi hijo, priorizando una casa impecable como sinónimo de estabilidad y bienestar, en vez de deciar tiempo a jugar con el. Muchas veces no estoy disponible para el pero sí para la limpieza.

En mi familia, el trabajo doméstico no es solo una tarea, sino un valor moral. Una casa limpia simboliza virtud, sacrificio y sumisión, especialmente para las mujeres. Para los hombres, por el contrario, puede reflejar agencia y éxito, ya que ellos suelen ser desvinculados de estas responsabilidades, bajo la excusa del “me hubieras avisado”.

Antes de separarme del padre de mi hijo, las discusiones sobre limpieza eran constantes y, a menudo, violentas. Él me reprochaba por no realizar tareas que no eran mi responsabilidad, como recoger su ropa tirada o lavar los platos que él había ensuciado. Estas dinámicas no solo reflejan el control doméstico, sino también la internalización de las expectativas patriarcales en nuestra cultura.  

En esta investigación personal, descubrí que compenso la falta de un padre presente para mi hijo con una excesiva dedicación al hogar. Este mecanismo me hace sentir que estoy brindando estabilidad, aunque a costa de mi salud emocional y mental - y económica-


2. METODOLOGÍA

Para este ensayo, utilicé un enfoque autoetnográfico. Realicé un seguimiento de mi tiempo durante una semana mediante hojas de cálculo y videos fragmentados de mi día a día. Además, complementé esta reflexión con los seminarios “Post Work Domesticities” de Helen Hester y “El placer, maternidad y la vejez” de la Dra. Helena Chávez McGregor.  

Los datos mostraron que dedicaba entre siete y diez horas diarias a la limpieza, dos horas semanales a un seminario online, cuatro a un curso de maternidad y ninguna a actividades de autocuidado o ejercicio. Incluso mis momentos de ocio estaban invadidos por las tareas: escuchaba una novela coreana mientras limpiaba o música mientras iba a recoger a mi hijo.  

Este registro evidenció que las labores domésticas y de crianza han ocupado el lugar de una doble jornada laboral, afectando mi bienestar y limitando mi capacidad de retomar mi carrera profesional.  

3. Capitalismo y crianza: el choque de mundos 


La sociedad no valora el trabajo de cuidado. Las madres estamos atrapadas entre un mercado laboral que no respalda nuestras necesidades y un modelo patriarcal que idealiza la maternidad como un sacrificio total.  

La incompatibilidad entre el trabajo remunerado y el no remunerado es evidente en mi vida. Como madre soltera que prioriza la crianza, me enfrento a un dilema constante: las pocas ofertas laborales disponibles son mal pagadas, requieren largos desplazamientos y no se ajustan a mis necesidades.  

La socióloga Eva Feder Kittay señala que el cuidado tiene una naturaleza ambivalente: empodera al proporcionar bienestar a otros, pero también agota al atender demandas constantes. En mi caso, esta ambivalencia se traduce en una constante culpa por no ejercer mi carrera profesional y por sentirme insuficiente en ambos frentes.  



4.Limpieza como reflejo de la psique de una persona.

En mi caso, las agresiones verbales son constantes en la práctica de escarnio público, las pláticas de mi madre son criticar la forma que limpio, hacer bromas de que vendrá a inspeccionar la limpieza de mi casa, darme consejos no solicitados. 

En nuestro hogar nuclear es normal sentir culpabilidad por estar descansando o “que me vean sentada” -palabras de madre- los miembros de mi hogar nuclear se paran a “hacer tareas” cuando están saben que estarán  al rededor de “madre”. 

Somos un claro ejemplo de lo que explica Helen Hester en un artículo para el País, "La idea de que el ocio es algo negativo proviene, en parte, de esta ética laboral que hemos interiorizado. Esa creencia de que, si no estamos trabajando, deberíamos ser productivos, no es más que el trabajo infiltrándose en nuestra forma de pensar." 

Estoy viviendo en la trampa de la perfección doméstica. La limpieza, por muy importante que sea no debería limitar mi crecimiento personal. Antes de este ensayo recurría a “echarle al culpa” a mi maternidad (esclavizante) ahora con el conteo descubro que el motivo de mi desvío en mi carrera profesional y mis circunstancias económicas, son mi falta de flexibilidad ante mi idea de qué es ser una buena - y limpia- madre.

Re-defino: Un hogar desordenado no define mi valor como persona, pero el arte que creo, los sueños que persigo y el conocimiento que cultivo sí cuentan mi historia.

Y redescubro, porque ahora no sólo veo a mi madre como culpable de todo lo que ella me enseñó. Realmente nunca le he preguntado como fue el trato que ella hizo con mi padre acerca de como se dividirían las tareas domésticas. 

5.ConclusiónES DE UNA MADRE sucia

El ideal de la casa impecable y la "madre perfecta" son cárceles que perpetúan el patriarcado. Este ensayo ha sido un ejercicio de introspección que me ha permitido identificar patrones perjudiciales y comenzar a cuestionarlos.  

Romper con estos ideales no es solo un acto personal, sino político. Si queremos un futuro donde las mujeres sean plenas, debemos redefinir lo que valoramos como personas y como sociedad. 

Reducir mi obsesión con la limpieza no es un acto de negligencia, sino de resistencia. He comprendido que una casa desordenada no define mi valor como madre o como mujer. En cambio, lo hacen el arte que creo, los sueños que persigo y el conocimiento que cultivo.  

Delegar responsabilidades no es una renuncia, sino una estrategia para recuperar tiempo y equilibrio. Por ejemplo, introducir a mi hijo en las tareas domésticas le enseña responsabilidad y autonomía, mientras que herramientas como un robot aspiradora o un lavavajillas pueden aligerar mi carga.  

También he desaprendido la creencia de que descansar o disfrutar del ocio es algo negativo. Como explica Helen Hester, “la idea de que el ocio es algo improductivo proviene de una ética laboral que hemos interiorizado.” Romper con esta narrativa es un acto de autocuidado y desobediencia al patriarcado

Prefiero dedicar mi tiempo en promover el conocimiento que tallar a profundidad las esquinas del baño.