Crisis de normalidad.

Tengo miedo de regresar a Italia, quedarme ahí. Encontra Paz. Darme cuenta de que el sueño es una realidad y ahora todo el mundo vuelve a ser aburrido.

Regresar a París, creerme Amelié, tomar café Olé en los bistrós todo el día -todos los días-

Ser la Latina loca que deja propina siempre.

Ganarme a los meseros y entender de nuevo que sólo me hablan por costumbre.

Quedarme de nuevo.

Saber que el mundo es tan grande y que esa profundidad infinita también se encuentra en mi.

Que en cualquier rincón o recoveco sigue mi alma inquieta.

Nos es aquí ni allá, es siempre conMigo.

Quizá me vuelva hermitaña de nuevo,

Quiza deje la vida munal y me vuelva monja o asceta o loca poeta de la calle y siga el camino.

Quizá llegue al camino de Santiago, quizá como peregrina encuentre la paz y quizá magicamente me llegue claridad en medio de un año Jacobeo, buscando las puertas abiertas de una iglesia en un año santo- si es que entro-

Quizá llegue, vea las puertas abiertas, observe a la gente me de repudio y decida no entrar, no ser parte. No vale el viaje o no vale la pena. Quizá no sienta nada o no me motive.

Angustia.

Otra noche de análisis.

Ni cansada duermo.

Será quizá mi demencia dandome un guiño de lo que puede pasar si se deja de soñar, o quizá soy yo notando que la paz no me trae calma o quizá es mi adicta interior buscando adrenalina.

Quizá quiero sentir dolor

Quizá quiero arañarme porque de nada sirve tanta profundidad.

Quizá mi madre tenía razon “siento demasiado las cosas”

pienso mucho y siento mucho y así nací.

Pero no tengo botón de apagado.

Ni el alcohol, las drogas, el ímpetu, el ejercicio, los cigarros me han dejado descansar.

Es peor la desvelada, la cruda y solo sube mi violencia. Me peleo en la calle, me peleo en el metro, me peleo manejando. Insatisfacción crónica.

No hay quizás. Quizás el único “pero” es que deseo engancharme a algo y la tranquilidad me aburre.

Es normal mi crisis.

Una crisis de normalidad.